La guerra del cerdo

Supongo que en día como hoy, si viviese Adolfo Bioy Casares, estaría escribiendo en su vieja Remington, la segunda parte del icónico libro que se hizo película allá por 1975. Pero sólo supongo. Las rarezas del mundo en que vivimos capaz que hacen que las cosas cambien en un instante. No lo se

28/10/2022 Lobo Estepario
la guerra del cerdo

Observo a mi perro Urión  que me mira con esos ojos que van desde la disculpa por algo que hizo hasta el pedido urgente para que rellene su plato de comida. Lo conozco. Y  me quedo con las ganas de decirle que millones de jubilados hoy deben tener esa mirada, incluso levantando las cejas para darle más énfasis al pedido.

Y me acordé de Adolfo Bioy Casares cuando escribió La Guerra del Cerdo que años más tarde llevaría el cine Leopoldo Torre Nilson, una película que, raro, respetó el ideario del libro.

Esta novela toma la forma de una lucha entre generaciones: pandillas de jóvenes violentos parecen amenazar a ancianos y personas de edad, sin que se alcance a adivinar muy bien los motivos que los guían.

Sin embargo, cuanto más realista resulta la geografía en la que se desarrolla la acción de esta utopía pesimista, más irreales resuenan esos lugares, conductas y hombres a los que el autor ha revestido con la apariencia de la cotidianidad y la costumbre.

Traslado al presente, y deja de ser utopía para ser una cruel realidad, cuando los jóvenes son reemplazados por un gigantesco Estado, que persigue a los viejos, les saca el dinero de los bolsillos y en cuanto oportunidad tiene los humilla, diciéndoles que sólo piensa en su bienestar, mientras cae, moneda a moneda, su poder adquisitivo.

Para cuando algunos “coyunturales” me endilguen una actitud contemplativa de este gobierno, craso error. Hace décadas que esta actitud, poco menos que “miserable”, se la agarra con los viejos, por el sólo hecho de ser eso, ancianos. Que no tienen las ganas o las fuerzas para protestar, que si hacen paro, no afectan a nadie, y que si por cultura o por brazos flácidos, ni siquiera pueden tirar piedras.

Por eso digo que sí Bioy Casares volviera a la vida, en su vieja Remington estaría tecleando la segunda parte de La Guerra del Cerdo. Eso sí, si también reviviese Torre Nilson, menuda tarea le quedaría para encontrar al elenco que interprete a los jóvenes de su primera parte. Porque el Estado, es único y no puede ser actuado por cualquiera.

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