Reserva Villavicencio: Un modelo de conservación en tierras privadas en Mendoza

Silvina Giudici lidera la transformación de la Reserva Natural Villavicencio a través de un enfoque que integra turismo, educación y protección ambiental

SOCIEDAD27/05/2025RedacciónRedacción
WhatsApp Image 2025-05-27 at 19.39.53

Desde hace 18 años, la Reserva Natural Villavicencio se ha convertido en un referente de gestión eficiente y conservación en tierras privadas. En el stream de Floydtv entrevistamos a Silvina Giudici, responsable de la reserva y que ha demostrado que la protección de la biodiversidad y la actividad productiva pueden coexistir de manera armónica, sostenida por un modelo financiero mixto y un equipo interdisciplinario comprometido con el cuidado del entorno. 

La trayectoria de una líder en turismo sustentable
Silvina Giudici llegó a Villavicencio tras una amplia trayectoria en hotelería y turismo. De haber iniciado sus estudios en abogacía, cambió de rumbo al descubrir su pasión por la hotelería y la sostenibilidad, formándose en Chile, España y Alemania. Participó en la apertura de hoteles emblemáticos como Portal Suites, Hyatt y NH en Mendoza, fue gerente del Hotel Bonarda y, finalmente, asumió la responsabilidad de Postal Mendozina —hoy Reserva Villavicencio— cuando la planta buscaba un perfil que combinara gestión, turismo y sustentabilidad. A pesar de que el aviso original pedía expresamente “hombre, ingeniero agrónomo con conocimiento de turismo”, Silvina consiguió una entrevista gracias a un contacto y logró convencer con su bagaje profesional. Desde entonces, lidera un equipo interdisciplinario —que va desde vaqueanos nacidos en Villavicencio hasta guardaparques titulados en conservación—, demostrando su capacidad para “reconocer en las personas aquellas que van a aportar a un equipo de trabajo”.

Conservar en tierras privadas: una apuesta estratégica
La visión de Silvina para Villavicencio parte de un diagnóstico preciso: “En un mundo donde el 82 % de la superficie terrestre está en manos privadas, es imposible alcanzar las metas de conservación si solo pensamos en tierras estatales o fiscales”. Citando las Metas de Aichi (2010) y el objetivo global de proteger el 30 % del territorio para 2030, explica que la clave radica en involucrar al sector privado. “No es imposible que tengamos, dentro de esos maravillosos viñedos, un corredor biológico”, dice. “Podemos dejar una parte para garantizar que la fauna del lugar siga existiendo y conectándose”.

Para Silvina, la transición de la “conservación a ultranza” —que implicaba proteger áreas sin intervención humana— a un modelo en el que “el hombre interactúa con la naturaleza y es respetuoso” es fundamental. En este sentido, resalta la necesidad de contar con “herramientas y leyes” que incentiven a los privados: “Si le explicamos al privado que puede hacer esto, vamos a avanzar más rápido”.

Villavicencio aplica esta filosofía a lo largo de sus 60 400 hectáreas que abarcan tres ecorregiones representativas: Monte Cardonal y Puna. Allí se combina la actividad de embotellado de agua con la conservación eficaz de flora (jarillales, algarrobales) y fauna (guanacos, pumas y, recientemente, gato andino). Gracias a esta gestión, la reserva logró reducir sus incendios a cero en 18 años y duplicar la presencia de especies emblemáticas.

Un modelo financiero sostenible
El sostenimiento económico de la Reserva Vil­lavicencio se basa en la complementariedad entre turismo y aporte empresarial. “El turismo cubre el 70 % de los costos operativos anuales (que ascienden a 1.634 millones de pesos)”, detalla Silvina. El restante 30 % lo aporta Aguas de Origen —la empresa a cargo de Villavicencio— como parte de su compromiso social y ambiental. “Conservamos por el derecho a existir de cada especie: guanaco, zorro, águila coronada, ajenjo y tomillo. Pero para hacerlo necesitamos ingresos genuinos; conservar sin plata es conversar”, enfatiza.

Este modelo ha permitido, además, cambiar radicalmente la gestión de residuos: se pasó de recolectar 800 toneladas de basura al año en la ruta a tan solo 25 toneladas, gracias a la política de “no dejar huella” (cada visitante debe llevarse sus residuos). También se prohibió la generación de fogones desde 2008, eliminando así el principal factor de riesgo de incendios forestales y favoreciendo la recuperación de algarrobos en zonas que antes solo mostraban ceniza.

El rol de la educación y la investigación
La reserva no solo conserva espacios naturales, sino que es un aula abierta para centenares de estudiantes: desde alumnos de primaria y secundaria en educación ambiental, hasta pasantes de la tecnicatura en Conservación de la Naturaleza, Ingeniería en Recursos Naturales Renovables y Economía (en control de gestión). Silvina cuenta que “los chicos que pasan por aquí se convierten en multiplicadores: transmiten en sus hogares la importancia de cuidar el entorno”.

Además, más de 20 investigaciones en curso impulsadas por el CONICET y fundaciones locales estudian los humedales, la fauna y la flora. Este compromiso llevó a Villavicencio a convertirse, en 2019, en el primer sitio Ramsar privado de la Argentina (entre solo cuatro en Sudamérica), al acreditar 42 de sus 150 humedales bajo criterios internacionales. El reconocimiento implica que la Cancillería Argentina se comprometió a respaldar los esfuerzos, aunque la gestión diaria y los costos de monitoreo recaen en la Fundación.

El equipo de la reserva está formado por 25 profesionales y voluntarios: vaqueanos, guardaparques, licenciados en turismo, especialistas en conservación y personal de servicios turísticos (hotel, parador, jardineros, limpieza). Cada uno cumple un rol clave en la gestión diaria. “Sin un equipo apasionado y eficiente, cualquier plan se diluye. Acá no hay áreas protegidas de papel: nuestra gestión se mide cada cinco años para garantizar eficacia”, explica.

Un ejemplo a replicar en Mendoza y más allá
La reserva Villavicencio demuestra que “conservar en tierras privadas es posible” y que ese modelo puede exportarse a otros paisajes mendocinos. “Mendoza tiene un patrimonio biológico y paisajístico enorme. Si gestionamos mejor el turismo, podremos generar recursos que permitan conservarlo”, afirma. Destaca además el aporte de la nie­ve: “Cuando las montañas se tiñen de blanco, atraen más visitantes, pero también generan bolsas de basura. Por eso invitamos a la gente a disfrutar respetuosamente y llevarse sus residuos”.

Finalmente, la directora agradece a Aguas de Origen, al equipo de guardaparques y a los docentes: “Villavicencio es magia. El agua es magia, porque sin ella no seríamos nada. Cuando las empresas se comprometen con el cuidado de la casa común, las cosas son más factibles”. Con esa filosofía, la reserva sigue siendo un faro en la conservación privada y un ejemplo tangible de cómo el turismo responsable, la educación y la voluntariedad pueden articularse para preservar la biodiversidad.

Te puede interesar
Lo más visto