
Las precipitaciones trajeron alivio tras varios días de calor, y se espera que el tiempo inestable continúe durante el fin de semana largo.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Pero, en Mendoza, parece que la gente anda con la soga corta. Según el último relevamiento de humor social de la consultora Demokratía, los mendocinos estamos dividiendo nuestros sueños en porcentajes, gráficos y... resignación.
Arranquemos con un clásico: la casa propia, ese sueño argentino más viejo que el dulce de leche. Si bien más del 35% dice que ya tiene una vivienda, lo interesante (o inquietante) es lo que viene después: la percepción sobre la posibilidad de llegar a tener una en el futuro se ha vuelto un subibaja emocional. Por un lado, se triplicó la cantidad de optimistas que dicen: “sí, yo seguro la tengo algún día”. Pero por el otro, se duplicó el grupo de los que creen que nunca jamás. ¿La grieta? También pasa por ahí.
Y si hablamos de grietas, hablemos de la salud: más del 42% depende exclusivamente del sistema público para tratarse si se enferma. El otro 46% tiene obra social o prepaga. ¿Y el resto? Apenas un 11% puede bancarse un tratamiento médico sin entrar en crisis existencial ni pedirle plata al tío rico. Otro dato: Las mujeres tienen menos acceso a recursos para afrontar problemas de salud. O sea, además de todo, ser mujer sale caro.
Y ya que estamos, una perlita etaria: los más jóvenes (de 16 a 30) tienen un optimismo casi ingenuo en cuanto a tener su casa algún día. Pero la esperanza parece evaporarse con el tiempo. A partir de los 45, muchos ya ni se lo plantean. Tal vez la vida los enseñó a no pedirle peras al olmo... o créditos al banco.
Este informe no viene a deprimirte. Bueno, un poco sí. Pero sobre todo, quiere encender alarmas: los derechos no son solo declaraciones lindas en papel, se viven (o no) todos los días. Y hoy, en Mendoza, muchos sienten que están más lejos que nunca.
El acceso a la vivienda y la salud no deberían ser lujos.
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Hacer llegar la información a cualquier costo, es el principio del fin de la comunicación como resultado de su propia esencia.